La competición en la montaña ya empezó en el Cervino cuando en 1865 el italiano Jean-Antoine Carrel y el inglés Edward Whymper emprendieron una dura carrera por ser el primero en hacer cima. Ganó el segundo", cuenta el catedrático de Geografía, montañero y experto himalayista Eduardo Martínez de Pisón. La carrera que ahora disputan la montañera vasca Edurne Pasaban y la coreana Ho Eun Sun por ser pioneras en el reto de los 14 ochomiles femeninos ha sorprendido a un ámbito del alpinismo que entiende la montaña como un reducto en el que lo que cuenta son valores como la generosidad o la solidaridad y que sólo admite la competición con uno mismo. Ese es el tipo de alpinismo que Martínez de Pisón y muchos montañeros de élite defienden; pero la comercialización del Himalaya y el papel de los patrocinadores ha propiciado esa lucha a toda costa por ser el que llega antes, si no quizás las subvenciones para seguir escalando difícilmente llegarían.

Edurne holló el pasado fin de semana la cima del Annapurna, situándose en trece ochomiles, igual que la coreana, y vio como se retroalimentaba una suerte de carrera denostada por algunos. La polémica estalló cuando al llegar al campo base y tras ser cuestionada su cumbre por la televisión coreana explotó y afirmó públicamente lo que hace meses se venía comentando en voz baja: que Ho Eun Sun, conocida como Miss Ho, mentía, que no había alcanzado el techo del Kangchenjunga. Declaraciones de algún sherpa del equipo de la surcoreana y las dudas de alpinistas del equipo de Edurne, como Ferran Latorre, que coincidió con Miss Ho en el Kangchenjunga, activaron la señal de alarma. Pero, en el Himalaya, consideran que quien debe sentenciar si Miss Ho dice o no la verdad no son las aspirantes a ajustarse la corona de los 14 ochomiles, sino la veterana periodista Elizabeth Hawley, de 86 años. Hawley, la detective, la juez que desde Katmandú entrona o desenmascara a escaladores poco honestos, de momento no se ha pronunciado. Su Himalayan Database, un monumental registro de las expediciones que han conquistado ochomiles, es un documento de referencia en el mundo del himalayismo.
"Llegar a la cima es una sensación de libertad conseguida de forma extrema y al límite de la dificultad técnica; el alpinismo pierde si abandona valores como la verdad, la aventura... Mentir diciendo que se ha subido un ochomil, o dudar de que haya sido así, traiciona principios", sugiere Manuela Rodríguez Marote, psicóloga del deporte. Martínez de Pisón coincide con esta opinión: "Para mí una cumbre es algo íntimo, no tengo que demostrar nada a nadie, solo a mí mismo. Como decía Lionel Terray, el alpinismo es la conquista de lo inútil".
Todas estas reflexiones se antojan para algunos ingenuas en un mundo tan competitivo: para que la montaña sea viable, rentable, precisa de un público al que hay que alimentar con unas ciertas dosis de emoción. Y la pugna Edurne-Miss Ho reúne todos los ingredientes para que seduzca a las masas. Especialmente en Corea del Sur, donde se ha convertido en un asunto de interés nacional, al estilo de las grandes rivalidades del siglo pasado entre las principales potencias por poner la pica en el Everest, el Annapurna o el K-2.
La televisión coreana KBS ya ha fijado el día D, mañana domingo, cuando se ha programado que Miss Ho corone su último ochomil, el Annapurna. Dos cámaras siguen a Miss Ho y ya están preparadas para eventualmente retransmitir en directo la ascensión, entre la 1 y las 3 de la tarde, hora coreana. Ayer se esperaba que llegara al campo 3, a 6.400 metros, hoy a 7.200 metros y mañana a la cima. Una ruta completamente equipada por su nutrido equipo de sherpas con cuerdas y escaleras para facilitar su camino hacia la cumbre.
Mientras, Edurne descansaba ayer en Katmandú para salir este fin de semana rumbo a Tíbet donde intentará, por quinta vez, el Shisha Pangma. Miss Ho lleva ventaja, pero en las alturas nada hay seguro hasta que se ha llegado arriba y se ha regresado para contarlo. Y probarlo. También Gerlinde Kaltenbrunner, muy respetada por su estilo de afrontar la montaña (sin oxígeno y de manera autónoma), está en el Himalaya, en el Everest, intentando por una exigente ruta, el Superculoir de la cara norte, firmar su decimotercero ochomil.
Ferran Latorre, un alpinista que se ha caracterizado por apostar por las vías más exigentes y en estilo alpino, defiende que "cada uno vive el alpinismo como quiere; siempre ha habido competición en la montaña, la condición humana es la que es". Aunque él rechaza ayudas externas para completar sus cumbres sostiene que todas las opciones son respetables y considera que la meta de los 14 ochomiles se ha convertido en un icono de la aventura, más que en un reto estrictamente deportivo.
Para el escalador y curtido himalayista vasco Juanjo San Sebastián, este tipo de alpinismo "es muy comercial, muy poco interesante. Esta rivalidad, totalmente lícita, es producto de la influencia de los patrocinadores pero no tiene nada que ver con el deporte en estado puro. Sí, el patrocinio ha hecho avanzar al deporte, pero a la vez ha influido, y de eso ya hace años, en que se hayan trastocado los valores". San Sebastián lamenta que "grandes alpinistas de élite, como un montón del Este de Europa que hacen auténticas proezas, no logren apoyo porque lo que hacen no vende".
Lo que para unos es la democratización de la montaña ("ahora mucha gente puede subir ochomiles por 5.000 euros", apunta Latorre), para otros rompe con los principios del "alpinismo puro". "Que Tenzing y Hillary subieran el Everest fue importantísimo; que Reinhold Messner, sin oxígeno, lograra por primera vez los 14 ochomiles fue importantísimo... Que escale el Everest un ciego, que lo haga otro tocando la guitarra..., lo será para ellos pero no para el alpinismo", zanja San Sebastián.
El fenómeno Miss Ho ha popularizado este deporte en Corea del Sur; la evolución de Edurne ha despertado el interés no sólo de aficionados a la montaña. Miss Ho en el Annapurna; Edurne en el Shisha Pangma. El suspense, la emoción, el reto por cruzar la meta como Jenson Button en un circuito de fórmula 1 genera el público que exigen los patrocinadores. Tal como remarcaManuela Rodríguez, en este contexto, "se cambia la aventura y la superación por la victoria, por el éxito, no sólo por la conquista de la cima, aquí hay vencedores y vencidos, igual que en otros deportes de competición.". "La carrera –opina Martínez de Pisón– convierte la montaña en un tipo de cancha, a mí eso me molesta, lo que me interesa es la esencia del alpinismo, el esfuerzo, el riesgo, la soledad, la solidaridad...".

Rosa M.Bosch

Informacion:http://www.lavanguardia.es